La carrera ha comenzado…
La industria armamentista alemana y su actual proceso de modernización no es una contradicción, sino la manifestación lógica de los Estados y el capitalismo. La supuesta “cultura de la reticencia” (Kultur der Zurückhaltung) militar que ha definido la identidad alemana desde la Segunda Guerra Mundial nunca fue más que una fachada para ocultar la naturaleza depredadora de un Estado que, por definición, monopoliza la violencia y la convierte en mercancía.
El Estado alemán no es hipócrita; es coherente. Su función es garantizar la acumulación de capital y expandir su poder. Las “lagunas legales” y las exportaciones a regímenes autoritarios no son fallos del sistema, sino su verdadero propósito: alimentar la máquina de guerra global que sustenta su dominio. Por ejemplo, permite la venta de componentes críticos a aliados de los estados occidentales, quienes luego los integran en sus propios sistemas y los exportan a zonas de guerra, lo que permite a Alemania “lavarse las manos”. Además, mantiene un flujo constante de armamento hacia naciones estado como Israel, Estados Unidos, EAU y Arabia Saudí entre otros, justificándolo bajo argumentos de “estabilidad regional”. Hablar de “ética” en la venta de armas es como hablar de ética en la esclavitud; es ignorar que el negocio mismo es la violencia institucionalizada.
Por otro lado, el argumento de los “puestos de trabajo” es la confesión descarada de que el capitalismo necesita la muerte para sobrevivir. La estabilidad económica de regiones enteras depende de fabricar instrumentos de muerte para tiranos. Esto no es un dilema, es una obscenidad. La clase explotada/oprimida es convertida en cómplice de su propia opresión, obligada a elegir entre el salario o la conciencia, mientras la burguesía armamentística amasa fortunas con sangre. Esta actividad se defiende a menudo con el argumento económico: el sector es un pilar del empleo. Esta suerte de “chantaje laboral” silencia el debate ético/moral sobre si la prosperidad regiones como Baviera o Baja Sajonia debe depender de vender armas a regímenes autoritarios.
El giro político tras la invasión rusa de Ucrania, conocido como el “Zeitenwende” o “punto de inflexión” no es un cambio de época, sino la máscara cayendo y mostrando nuevamente la cara de la bestia capistalista. La “doble moral” es la única moral posible para el Estado, que siempre armará a sus aliados y desarmará a sus enemigos según sus intereses comerciales. Si bien el envío de armas pesadas a Ucrania e Israel es mostrado por el estado alemán y la UE como una defensa legítima, este cae sin problema ni cuestionamiento en la contradicción de armar a un país “aliado” mientras se critican fuertemente conflictos como el de Yemen. No hay principio universal que valga, solo la ley del más fuerte disfrazada de derecho internacional. Que Alemania arme a Ucrania mientras financia otros conflictos demuestra que la paz entre estados es solo una tregua temporal entre guerras, todas ellas libradas sobre los cuerpos muertos de los oprimidos.
La industria armamentística, como la alemana, no solo “prolonga” conflictos; los crea. Es el brazo ejecutor de un sistema de Estados nacionales que necesita el conflicto permanente para justificar su existencia, dividir a los pueblos en fronteras y disciplinar a la población. Cada tanque, cada misil, es un instrumento de terror tanto para quien lo recibe como para quien lo produce, pues refuerza la lógica de la dominación que se impone y que nos oprime a todos.
Cuando hablamos de una sociedad en vías de militarización pensamos también en el Reclutamiento obligatorio que el estado alemán impone. Que, si bien no es un proceso de reclutamiento propiamente tal, sino un “cuestionario de preparación”. Es un mecanismo de inventario de recursos humanos para un conflicto de nivel nacional. Al catalogar habilidades y disponibilidad, el Estado trata a las personas como material bélico potencial, normalizando la lógica de que los cuerpos jóvenes son instrumentos al servicio de su maquinaria militar. Esto no es “defensa”, sino la institucionalización de la cultura bélica. Esta militarización “encubierta” opera mediante múltiples dimensiones al servicio de la dominación. El registro obligatorio establece el principio fundamental de que el Estado tiene derecho a inventariar y disponer de los cuerpos de la población, normalizando la lógica bélica a través de lo que se presenta como un simple trámite burocrático. El servicio supuestamente “voluntario” revela su verdadera naturaleza coercitiva mediante sanciones económicas y el aprovechamiento de la precariedad laboral, utilizando la necesidad como reclutador.
La “cultura de defensa” que se promueve no es más que domesticación de la disidencia y la subversión, presentando los ejércitos y la guerra como inevitables en lugar de como herramientas de dominación que deben ser abolidas.
Cualquier esfuerzo por tratar de regular esta industria resulta estéril y sin sentido. Debemos pelear contra toda industria armamentista y abolirla junto con el Estado y el capitalismo que la alimentan. Esto significa la desobediencia total: el sabotaje en las fábricas, la insumisión y rechazo ante el reclutamiento voluntario o forzado, la solidaridad internacionalista y revolucionaria entre pueblos que se niegan a fabricar los grilletes de otros en los territorios conocidos por los colonizadores como “tercer mundo”. La verdadera defensa no está en ejércitos ni fronteras, sino en la autogestión y la organización solidaria y horizontal de la gente para hacer imposible la guerra, construyendo un mundo sin amos ni señores de la guerra.
Acerca de la Fabrica Pierburg en Wedding
Hoy por hoy, el reacondicionamiento y preparación de una fábrica de armas en Wedding, un distrito con tradición obrera y alta diversidad sociopolitica y cultural, no es un accidente urbanístico. Es un acto de colonialismo interno donde el Estado y el capital desplazan la lógica de la guerra desde los campos de batalla hasta el corazón de los barrios populares. Mientras los grupos de élites toman decisiones geopolíticas en despachos lejanos, serán los vecinos de Wedding quienes afrontarán las consecuencias de su funcionamiento: la contaminación acústica y medioambiental, la especulación inmobiliaria que acompaña a estos megaproyectos y la conversión de su espacio vital en un nodo de la industria de la muerte. No solo como un posible objetivo militar en una potencial situación de guerra, sino siendo directamente vecinos de una fabrica que exporta muerte y genocidios mayoritariamente al sur global.
Pierburg, de Rheinmetall, no producirá “componentes técnicos inocuos”. Fabricara piezas esenciales para la manufactura de munición de tanques, sistemas de artillería y vehículos blindados que hoy matan en Ucrania, Yemen, Sudan o Palestina, entre otros. Cada componente que saldrá de Wedding llevará consigo una complicidad estructural con los crímenes de guerra y la represión estatal. La fábrica será un engranaje clave más en la cadena de suministro letal que convierte recursos públicos en dividendos privados y cadáveres en el Sur Global.
El discurso oficial presenta la fábrica como fuente de “empleo” y “desarrollo”, un clásico mecanismo de chantaje económico. Una vez más, se ofrece a la clase trabajadora el dilema perverso: aceptar la precariedad o convertirse en cómplice de la industria armamentística. Esto no es progreso, es parasitismo social: Rheinmetall se enriquece con contratos millonarios mientras externaliza los costes humanos y morales a sus empleados y vecinos
La fábrica no solo será un espacio productivo; sino que un dispositivo de militarización de la vida cotidiana. Normalizando la presencia de la industria bélica en el paisaje urbano, naturalizando la idea de que la producción para la guerra es una actividad económica legítima y no un crimen organizado. Convierte a la ciudad en colaboradora necesaria de la maquinaria militar, manchando a toda la comunidad con la sangre que sus productos ayudan a derramar.
Ante las iniciativas militarizantes del estado alemán, debemos apuntar a crear y apoyar iniciativas de difusión de información, bloqueo, ocupación y tension permanente contra la apertura y funcionamiento de la fábrica. Toda acción individual o colectiva que no colabore con el poder tendrá peso en marcar diferencia, desde organizar campañas de boicot y exposición pública de aquellos responsables y sus intereses en el barrio hasta acciones que ralenticen la apertura de la fábrica y su funcionamiento normal. El objetivo debe ser hacer de Wedding un territorio hostil para la industria de la muerte.
Acerca de A.M.A.W.
Si bien existen diversos grupos organizados en Wedding, no solo contra Rheinmetall, sino contra la fabrica Pierburg, nace la necesidad de levantar una asamblea anarquista en el barrio, con perspectiva antiautoritaria, antinacionalista, antimilitar y horizontal, sin lideres ni dirigentes, sin políticos ni partidos, entendiendo que no necesitamos intermediarios ni portavoces en nuestras acciones y palabras. Buscamos mirarnos nuevamente a la cara, entre compañeros, pero también entre vecinos de Wedding y Berlín que quieran levantarse contra la industria de la muerte que Rheinmetall trae consigo al barrio y a la ciudad. Creemos que volver a conversar, discutir y tensionar temas como este, propician no solo el fortalecimiento de lazos, sino que preparan el terreno para nuevas luchas que se avecinen en el panorama internacional actual.
Nuestra asamblea no busca ni interrumpir ni tampoco obstaculizar el trabajo de otros grupos, sino que reconocemos diferencias políticas en términos de métodos y organización y apostamos a levantar una asamblea en función de nuestros propios valores e ideas y que coexista con quienes se rebelan ante el poder y su monstruo militar. Creemos en la confrontación permanente y la tensión constante de los conflictos que nos aquejan, sin compromisos con los opresores, pero con la mano abierta a quienes se animan a la lucha contra el dominio. Reconociendo que hay quienes nunca hemos vivida la paz social de los poderosos ni aun nos hemos acostumbrado a su comodidad y mucho menos estamos dispuestos a pelear sus guerras de intereses, no hay sangre ni vida alguna que valga el dinero que los estados profitan.
Ni con sus guerras, ni con su paz!
A.M.A.W.
Diciembre 2025

